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Mayo, el mes de las madres

Llega el mes de mayo y de su mano, “el día de la madre”

Si preguntas a cualquier madre qué significa para ellas ser madre, las respuestas suelen ser semejantes:

“la mejor experiencia que me concedió la vida”

“un privilegio y un regalo de la naturaleza”

“es lo mejor que me ha pasado en la vida”

Y todas están en lo cierto, ninguna se equivoca, pero qué sucede cuando se junta la inmensa felicidad de ser madre y el infinito dolor de perder un hijo, en el mismo día. Sentimientos contradictorios, diametralmente opuestos, la felicidad más grande y dolor más intenso.

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Mis palabras nacen con la motivación de ser “Homenaje”. Homenaje a todas esas mujeres fuertes, valientes y decididas, y a sus hijos.

Porque ser madre va más allá de “tener un bebé”. Es un sentimiento mucho más grande y poderoso que tiene toda madre. Surge incluso antes de nazca el bebé. Implica poseer amor para compartir, ganas de ser enseñar con absoluta paciencia, generosidad, empatía, la necesidad de sufrir para evitar el dolor de un hijo… e infinidad de hermosos adjetivos que se desarrollan antes del momento del nacimiento y no desaparecen por arte de magia, se produzca o no la creación de la nueva vida dentro.

Quiero ser un grito a la esperanza. No porque perder un hijo se pueda superar. Jamás se supera algo así, antinatura. Pero se aprende a convivir con el dolor y se llega a poder disfrutar “aunque de otra manera” de las cosas bellas que tiene la vida.

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Mi consuelo me lo dio Ella, madre por antonomasia, nuestra madre guía y protectora. Me refiero a ella, Mª Auxiliadora. Quien no haya tenido el placer de conocerla, debería acercarse, como yo lo hice y encontrar la tan ansiada PAZ.

Yo le pedí que cuidara de él. Y ella no solo le acogió en su regazo, sino que convirtió sus cenizas en el más precioso lucero de todo el firmamento, para tenerlo más cerca y protegerlo con su manto. Así me permitió volver a verle cada noche. Solo tengo que levantar la mirada siempre que lo necesite y ahí está él.

Llegó el ansiado consuelo de saber que no había mejor lugar donde dejar mi pedacito de vida.  Mi hijo tenía el privilegio de tener dos madres, una en la tierra y otra en el cielo.

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